BRASIL: EL MONOPOLIO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
(¿ADÓNDE VA LA TELEVISIÓN BRASILEÑA?)

 

LA SOCIEDAD DEL ESPECTÁCULO EN VÍSPERAS DEL SIGLO XXI

 

I. UN REINO VIRTUAL, PERO... DE ESTE MUNDO

En 1980, escribiendo para una revista peruana, Alejo Carpentier se burlaba de la intelligentsia, que en todas partes le había declarado la guerra a la televisión y consideraba de buen tono proclamar que este medio es «cosa despreciable, escuela de chabacanería y mal gusto —un invento maravilloso, ciertamente, pero manejado por una chusma ignara y mercantilizada que tiene el poder de estropearlo todo».

El sarcasmo del novelista frente a la nueva moda del mundo intelectual no tenía límites: un espíritu selecto no podía perder su tiempo ante la diminuta pantalla de su receptor, ironizaba el autor de El reino de este mundo; además, uno iba a mirar y oír estupideces, padecer novelas de ínfima calidad, escuchar informaciones amañadas y tragar «enormes cantidades de una publicidad que refleja todas las taras materiales y psicológicas de la sociedad de consumo». 1 Sin embargo, Alejo hacía una que otra concesión a la intelligentsia, reconociendo que había mucho de cierto en lo que atañe al exceso de publicidad y a la baja calidad artística de ciertas emisiones (en aquel entonces, le molestaba, sobre todo, la soap-opera estadounidense). La solución —demasiado idealista por supuesto— propuesta por Carpentier se quedaría única y exclusivamente en manos de los televidentes, porque la televisión, «como las leyendas de Esopo, es, a la vez, lo peor y lo mejor que hay en el mundo, y del usuario depende no dejarse atosigar por cuanto le cae del éter».2 El escritor mismo subrayaba su experiencia personal: gracias al reino virtual, tuvo la suerte de asistir, día a día, «la presurosa desbandada de Saigón» o el desplome de Nixon, y pudo evaluar cómo ciertas películas pierden su valor (René Clair no soportó el paso de los años), mientras otras se nos acrecen (le extrañaba, en especial, El ángel azul). Cerca de veinte años después, ya en vísperas del siglo XXI, ante la magnitud de los medios de comunicación de masa y sus estrechas conexiones con el proceso de mundialización del capital (fenómeno que unos suelen decirle «globalización neoliberal»), los términos planteados por esa broma nos suenan tal vez demasiado románticos. No sería exagerado afirmar que la industria cultural juega en la segunda mitad del siglo XX el mismo papel desempeñado por el automóvil en la primera parte de los años novecientos, o por los ferrocarriles en las últimas décadas de los ochocientos. Sólo en los EE.UU., la potencia capitalista de nuestra época, el consumo de conocimientos alcanzaba el 29 % del Producto Interno Bruto en 1960. 3

Dentro de nuestra colectividad histórica dividida en clases, la cultura es la esfera más general del conocimiento y de las representaciones de los hechos vividos, pero se ha convertido en una mercancía y debe volverse la vedette de la «sociedad espectacular», a quien le toca precisamente la tarea de hacer olvidar la historia en el seno de la cultura. Se configura una seudohistoria, repleta de seudoacontecimientos, porque los hombres no experimentan más sucesos concretos, es decir, no son actores/ productores del proceso social, sino teles-pectadores/ consumidores pasivos, gracias —¡irónicamente!— a la violenta expropiación de su propio tiempo. ¿La necesidad de imitación que el consumidor siente no sería por ventura el deseo infantil condicionado por los variados aspectos de su desposesión fundamental? Al fin y al cabo, «la vida real es la vida más realmente espectacular» 4, en la cual la realidad tangible del tiempo es su publicidad. (¿A qué sirve «ahorrar tiempo» en la sociedad postmoderna, señores? Para un habitante de EE.UU., los rapidísimos medios de transporte, los paqueticos de comida instantánea y los aparatos electrónicos domésticos como la máquina de lavar platos suelen tan sólo resultar en 3 ó 6 horas diarias de... ¡televisión!)

El espectador, limitado por la pantalla del espectáculo, conoce apenas interlocutores ficticios con su mercancía. Así, en una sociedad donde nadie logra ser reconocido por la gente, cada individuo no alcanza a reconocer su propia realidad. A mi juicio, hay un rasgo esencialmente esquizofrénico en este perverso mecanismo ideológico. A lo largo de la marcha conflictiva de la historia, la ideología es la base del pensamiento de una sociedad de clases, o sea, la voluntad abstracta de lo universal y también su ilusión, entretanto el espectáculo es la ideología por excelencia, porque supone y manifiesta plenamente la esencia de todo sistema ideológico: el empobrecimiento y la negación de la vida real. Fredric Jameson observó que la postmodernidad —«expresión del nuevo orden social que emerge del capitalismo tardío»—5 trata de transformar la realidad en imágenes. Sin embargo, el mundo espectacular no es exactamente un conjunto de imágenes, sino una relación social mediada por imágenes. El universo vehiculado por la pantalla es la afirmación de la apariencia y la transfiguración de toda vida humana —es decir, social— en apariencia.

Nuestro tiempo revalida la advertencia de Feuerbach: las imágenes predominan sobre las cosas, la copia vale más que el original. «La ilusión es sagrada, mientras que la verdad es profana».6

Me acuerdo una vez más de la novela de Carpentier... ¡No te asustes con el tono casi apocalíptico de los dos últimos párrafos, mi estimado lector cubano! La «sociedad del espectáculo» puede ser un reino virtual, pero es de este mundo, como lo era la literatura maravillosa «en pleno» del sexto canto de Maldoror (cuyo héroe, perseguido por la policía, escapa a «un ejército de agentes y espías», adoptando el aspecto de animales diversos y haciendo uso de su don de transportarse instantáneamente a las más lejanas ciudades) o los cuentos de nuestra América, donde no se ha escrito nada semejante a Europa pero existió un Mackandal (dotado de los mismos poderes por la fe de su pueblo, capaz de conservar toda una mitología y una serie de himnos mágicos), frente a lo cual Maldoror no pasaba de ser un «poético Rocambole».7

 

II. IMPERIOS DE ESTE MUNDO: EL MONOPOLIO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

En vísperas del tercer milenio, me gustaría que el maestro estuviese vivo todavía, a ver si coincidirían sus juicios actuales con las impresiones registradas en 1980, cuando identificaba unos cuantos «momentos maravillosos» en la televisión, especialmente la llegada del hombre a la luna (un espectáculo literalmente concebido para el diminuto escenario de nuestros receptores), ¡lo que restaba todo interés a Julio Verne y H. G. Wells! Ojalá todos los defensores del postmodernismo sepan cultivar el refinado estilo del novelista cubano. Desafortunadamente, muchos no logran exhibirlo. A nosotros solamente nos toca advertir la forma absolutamente acrítica como estos voceros han abrazado la tecnología de los medios de comunicación y el paradigma cibernético desde la década del 60, según lo atestigua la escatología tecnocrática de los media de McLuhan y las alabanzas de Hassan a la runaway technology, a la «ilimitada dispersión por los medios de comunicación» y a la computadora como «conciencia sustituta», lo que se armonizaba perfectamente con una serie de visiones eufóricas de la sociedad postindustrial. Andreas Huyssen no titubea en asociar este exuberante entusiasmo con el optimismo tecnológico de sectores de las vanguardias de la década del 20: «lo que la fotografía y el cine habían sido para Vertov y Tretiakov, Brecht, Heartfield y Benjamín en aquel entonces, lo fueron la televisión, el video y la computadora para los profetas de una estética tecnológica de los años 60».8

Bueno, seguro que este es un tema polémico: hasta Jean-Francois Lyotard (acaso uno de los críticos franceses menos refractarios a plantear en términos políticos el debate sobre el postmodernismo) reedita la creencia en el potencial democratizante de los medios de comunicación, pero no relacionada a la radio, al cine o la televisión, sino a las computadoras. En el ámbito latinoamericano, tampoco se puede olvidar el análisis formulado por nuestro compañero Heinz Dieterich sobre el grado de maduración de las condiciones objetivas necesarias al desarrollo de un Nuevo Proyecto Histórico de las Mayorías: el científico alemán-mexicano evalúa críticamente los modernos recursos de la ciencia y de la tecnología (desde la física cuántica y la geometría fractal hasta la cibernética) y considera en serio la posibilidad de constituir una democracia participativa de masas con los instrumentos de la inminente era biocibernética.9

En el caso específico de la comunicación de masa (la expresión tiene sentido descriptivo y se refiere a la naturaleza colectiva del proceso de comunicación que involucra las muchedumbres), analizada bajo una perspectiva histórica-concreta, no basta la definición abstracta de sus elementos más sencillos: hace falta conectarla con el sistema monopolista de Estado e investigar cómo el modo de producción capitalista influye sobre ella. ¿Cuáles son las relaciones particulares de los actores de comunicación entre sí, en cuanto relaciones mediadas por su posición en la praxis social? ¿Hasta qué punto las condiciones sociales logran determinar esas relaciones? Por lo tanto, emitir cualquier pronóstico sobre el futuro de la televisión brasileña en el siglo XXI implica revisar cuidadosamente la evolución de este vehículo a lo largo de las últimas cuatro décadas, desde que la dictadura militar instaurada en 1964 profundizó el carácter de clase de los medios masivos de comunicación, propiedad e instrumentos de grupos burgueses muy estrechamente vinculados al capital extranjero en Brasil.

A su vez, es imposible examinar el desenvolvimiento de los mass media brasileños a partir de los años 60 sin hablar de la Red Globo de Televisión, esta verdadera corporación transnacional que, inaugurada en 1965, veinte años después ya era un imperio con más de 40 empresas en diferentes ramos de la economía (desde fábricas de bicicletas y productos electrónicos hasta compañías inmobiliarias, minas, agricultura y ganadería), además de 13 canales de televisión oficialmente constituidos con capital (total o parcial) de la empresa y 36 emisoras afiliadas, 18 estaciones de radio, dos casas editoras y tres grabadoras de discos. En 1985, solamente la Televisión Globo reunía 12 mil funcionarios, de los cuales 1 500 personas exclusivamente dedicadas a la producción de telenovelas, el renglón más noble de la factoría tropical de sueños . A pesar de estar ubicado en las orillas del sistema capitalista internacional, este imperio electrónico ocupaba el cuarto puesto en la red privada de televisión del mundo, sólo superado por los tres gigantes estadounidenses (ABC, CBS y NCB).10 Tenía un público potencial de 80 millones de espectadores y alcanzaba el 98% del territorio nacional (cuya área es 8511695 Km2), concentrando dos terceras partes de los recursos publicitarios repartidos entre las empresas televisivas —lo que representaba, desde fines de los años 70, el 40% de todos los gastos en propaganda de los medios de comunicación de masa existentes en Brasil.

¡Mira por detrás de las cifras, mi agudo lector cubano! El fortalecimiento de la televisión como vehículo de propaganda acompaña el proceso de concentración monopolista y excluyente del «milagro económico» brasileño.

De pronto se observa que en 1950 las emisoras de radio recibían el 24% de las inversiones publicitarias, pero en 1965 ellas alcanzaban solamente el 19,5 % y en 1980 la cifra reducíase a 8,1%. Aunque fuera un vehículo mucho más «joven» que la radio (el primer canal —la TV TUPI, del legendario empresario nordestino Assis Chateaubriand— apareció en 1950, entretanto desde 1919 ya existía la Radio Clube de Recife, en Pernambuco, primera emisora nacional de radio difusión), la televisión iba a experimentar un vertiginoso proceso de crecimiento. En 1960, cuando había en los hogares brasileños 1 millón de televisores y 6 millones de receptores de radio, la pantalla mágica captaba el 9% de las inversiones publicitarias, mas en 1971, durante el periodo más represivo de la dictadura, a ella le tocaba el 39,3%, mientras que en 1975, luego de iniciada la etapa de «distensión lenta y gradual» del régimen autoritario, la nueva reina lograba sobrepasar la suma total de los demás medios, concentrando el 53,9% de los recursos invertidos —contra el 42,7% de la radio (8,8%), las revistas (14,1%) y los periódicos (19,8%).

En 1980, la participación de la Red Globo —en aquel entonces, apenas una debutante de la fiesta, cumpliendo 15 años de transmisiones— en esta vorágine mediática era impresionante: ¡la emisora del Sr. Roberto Marinho absorbía el 70% de los anuncios comerciales de la televisión brasileña, lo que representaba el 40% de los recursos totales aplicados en el séptimo mercado del planeta!, ¿verdad? Globo disfruta del «milagro económico» brasileño desde sus génesis, como nadie logró hacerlo. El monumental Estado nacional —gerente de riquezas extraordinarias, pero a servicio del gran capital transnacional— es mero mediador de los intereses de los dueños de los medios de producción en el área de telecomunicaciones, cuyo desenvolvimiento entre los años 60 y 70 señala un ciclo de increíble tecnología. Yo voy a apuntar fechas y datos concretos acerca de este proceso, mi paciente lector. Dime tú si cualquier parecido entre la factoría de sueños y nuestra aplastante realidad es o no pura coincidencia...

En 1965, año de inauguración de la Red Globo de televisión (el abuelo de la organización es el periódico O Globo, fundado por Irineu Marinho en 1925), los militares creaban la Empresa Brasileña de Telecomunicaciones (EMBRATEL): el Estado se encargaba de implantar y operar los servicios públicos de telecomunicación en Brasil, un país de dimensiones continentales, lo que resultaba muy cómodo para las grandes corporaciones interesadas en generar mercado para sus productos en nuestra patria. Cuatro años más tarde, se instala en Tanguá (municipio ubicado en los alrededores de Río de Janeiro) una estación terrena de EMBRATEL para transmisión vía satélite: conectado con la «sociedad del espectáculo», Brasil integraría incluso la red mundial de televisión que acompañó la llegada del hombre a la luna el 20 de julio de 1969. Por otra parte, en el mismo año, Globo empieza su producción en network (palabra inglesa que designa la operación en red, común en Estados Unidos), transmitiendo para todo el país el afamado Jornal Nacional (nuestro noticiero nocturno). Por fin, en 1972, se concluye la red básica del Sistema Nacional de Telecomunicación, que conectaba Porto Alegre (Río Grande del Sur) a Manaus (Amazonas).11

Era predecible, pues, que en 1980, cuando existía un total de 103 emisoras de TV en nuestro territorio, los canales (propios o afiliados) de Globo —con su larga red de retransmisoras y repetidoras— hubiesen colaborado decisivamente para que Brasil fuera el segundo país del mundo en extensión de sistemas de microondas (solamente EE.UU. superaba al gigante latinoamericano)12. Sin embargo, los daños provocados por el concepto comercial de «red de televisión», producto de una economía completamente dominada por los oligopolios, son mucho más extensos... En primer lugar, el valor proporcional entre las costas publicitarias y el público efectivamente abarcado es mucho más barato para una cadena que opera en escala nacional y tiene 80 millones de televidentes, lo que reduce las agencias de anunciantes y acentúa el carácter monopolista de este vehículo. ¡Comparen las cifras, señores! En 1983, un anuncio divulgado por Globo costaba –para cada mil telespectadores– Cr$ 134, 70. Las otras redes abarcaban un público más reducido, por eso las cifras para las emisoras B y C eran, respectivamente, Cr$ 467,00 y Cr$ 256,00. ¡Examinen ahora los demás medios! Para mil lectores de una revista (semanario) informativa, Cr $ 1 477,00; para mil lectores de un periódico en Sao Paulo, Cr$ 2 169,00 (en Río, un mercado «menor», Cr$ 3 365,00); y para mil oyentes de radio, Cr$ 331, 87 en Sao Paulo y Cr$ 394,44 en Río. 13

No te olvides, empero, atento lector, que los precios absolutos, a pesar de ser más «baratos» según el promedio de público, no paran nunca de crecer, y se vuelven prohibitivos para los pequeños y medios anunciantes. ¡Saca la cuenta, muchacho! Sólo las grandes empresas, sobre todo las extranjeras, pueden pagar los USD 40 mil exigidos por Globo para insertar 30 segundos de propaganda entre el noticiero y una telenovela, por ejemplo. Se centralizan los recursos en la TV... y se acelera la crisis de la radiodifusión brasileña. Se concentran los anuncios en las grandes agencias extranjeras... y se amplía su influencia sobre la vida pública nacional, ya evidenciada en la dura campaña difundida por la prensa y por la radio en contra del programa de «reformas de base» defendido por el Presidente Joao Goulart, a quien le derrocó el golpe militar de 1964, una previa demostración de los terribles hechos con que se enfrentaría Salvador Allende una década después en Chile. Se incrementa el capital y la tecnología en manos de una sola empresa... y se arruinan miles de profesionales aislados en pequeñas emisoras periféricas que, bajo este sistema, jamás lograrán cualquier estipendio para su desarrollo.

¡Hay que democratizar este imperio!, planteó explícitamente una serie de importantes líderes sindicales y pensadores de izquierda durante un Seminario Internacional realizado en la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).

«El acceso a la información es fundamental para el proceso de conocimiento de las masas en la sociedad moderna», lo expresó Joao Pedro Stédile, dirigente nacional del MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra): en Brasil, ocho familias controlan a la mayor parte de los órganos de prensa, radio y televisión; «si no enfrentamos al monopolio ese, es imposible construir un proyecto histórico popular».14 Es imprescindible, pues, reordenar el papel que juega la radiodifusión en nuestro sistema productivo, aunque esta tarea implique, recíprocamente, una completa ruptura con el carácter monopolista de la economía brasileña. La fuerza del capital transnacional es una herencia viva de nuestra formación colonial: ¿por qué sería novedosa su intervención en los medios masivos de comunicación a lo largo del siglo XX? Que lo diga Cuba, acreditado laboratorio de la industria cultural estadounidense en Latinoamérica hasta 1958. La publicidad estimula el mercado de radiodifusión desde 1925, cuando se consuma la integración de las emisoras de radio con la estructura productiva; la expansión de este seductor emporio pronto atraerá las agencias de publicidad extranjeras, como la prestigiosa Ford (EE.UU.), pieza emblemática de la histórica subordinación de los mass media nativos a los intereses foráneos. La novela empezaba muchas décadas antes — pero los capítulos de Globo, escritos por un taimado y socarrón guionista, serían por supuesto los más movidos...

 

III. LA HISTORIA SIEMPRE ESCANDALOSA DE UN IMPERIO

¿Cómo la Red Globo de Televisión ha logrado tantos recursos para desplegar su proyecto monopolista? ¿Quiénes han colaborado para consolidar la infraestructura financiera y tecnológica de este imperio? ¿Habían sido violadas las leyes brasileñas que prohibían el aporte de capital extranjero a las empresas de comunicación de masa en Brasil? Estas fueron las cuestiones investigadas por una Comisión Parlamentaria de Inquisición (CPI) instaurada el 30 de marzo de 1966 en el Congreso Nacional, presidida por el diputado Saturnino Braga (actual senador por el Partido Socialista Brasileño), representante del partido de oposición (el MDB: Movimiento Democrático Brasileño), compuesta por 10 parlamentarios del partido oficial (ARENA: Alianza Renovadora Nacional) y sólo cinco del MDB. Los trabajos de la Comisión confirman una serie de hechos escandalosos que, bajo las «CNTPP» (condiciones normales de temperatura y presión... políticas), determinarían la suspensión de la concesión otorgada a la emisora, mas, manejados por una dictadura militar represiva y vende-patria, terminarían arbitrariamente olvidados.

Escándalo no 1 - La Red Globo se instala en Brasil merced a un «préstamo» de USD 6 090 730,53 efectuado por el grupo estadounidense TIME-LIFE entre las fechas del 16 de julio de 1962 y 12 de mayo de 1966, según lo atestigua el documento presentado a la CPI por el Sr. Denio Nogueira, presidente del Banco Central, el 27 de junio de 1961.

El Sr. Denio Noguerira relató aun que solamente el swap de USD 1,5 millón había sido saldado por Globo en aquel periodo. Lo demás (USD 4 590 730,53) no podía ser pagado porque el Banco Central no había autorizado todavía los contratos firmados entre TIME-LIFE y Globo, en 1962 (¡la emisora solamente los entregó a las autoridades en 1965!), aunque la empresa brasileña seguirá empleando el dinero en su «negocio». De hecho, existían dos documentos: un Contrato Principal de TV Globo con TIME-LIFE Broadcast International, ubicada en Delaware (EE.UU.), y un Contrato de «Asistencia Técnica» con Time Incorporated, establecida en Nueva York, que jamás lograría ser registrado en Brasil: su cláusula no 5 contrariaba descaradamente la legislación nacional, garantizando al grupo extranjero controlar la administración de la emisora y orientar su programación (el «consultor» nominado por LIFE desde agosto de 1965 hasta 1980 era el Sr. «Joe» Wallach, que llega a Brasil el 20 de agosto de 1965 y, ¡coincidentemente!, es el recibidor de casi todas las transferencias destinadas a TIME-LIFE y Globo desde el 6 de octubre de 1965...). La fórmula encontrada por las dos partes para legalizar su situación fue anular el Contrato Principal firmado el 24 de julio de 1962, en Nueva York (luego de una negociación intermediada por el abogado brasileño Nascimento e Silva, futuro ministro de la dictadura y amigo del embajador Roberto Campos, uno de los artífices del «milagro económico» nacional), y sustituirlo por un inusitado «Contrato de Arrendamiento», a través del cual el grupo TIME-LIFE aumentaba su participación en los lucros de Globo (anteriormente acordada en el 30%) para el 45% (!!!). 15

Escándalo no 2 . –La extraña conexión Globo/TIME-LIFE no sólo violaba el artículo 160 de la Constitución vigente, sino que evidenciaba la esencia tecnocrática y empresarial del nuevo régimen, que en 1979, bajo el gobierno del General Joao Figueiredo, formularía cabalmente su «moderna» política de radiodifusión, determinando que esta iba a ser una actividad eminentemente privada, conectada al sistema nacional de telecomunicaciones, con un explícito estímulo a la formación de redes nacionales y la supervaloración del criterio de la viabilidad económica y financiera para que se otorgaran nuevas concesiones. Cualquier semejanza con la historia de Globo no era, por supuesto, pura coincidencia...

Los humos de modernidad del General (que solía decir: «A mí me gusta más el olor de los caballos, que el olor del pueblo») pronto revelarían su verdadero rostro: a lo largo de su «gobierno» (1979-1985), Figueiredo firmó más de 700 concesiones de emisoras de radiodifusión, lo que representaba una tercera parte del total de empresas existentes en Brasil en aquel entonces. De acuerdo con la denuncia publicada por el periódico Folha de Sao Paulo, ¡hasta mayo de 1984 el dictador había autorizado 295 estaciones de radios AM, 299 de FM y 40 canales de TV! 16 Al fin y al cabo, la radiodifusión brasileña se había vuelto un negocio de mafiosos. La legislación que regulaba la concesión de radio y televisión otorgaba, desde 1965, poderes absolutos al Presidente de la República para decidir sobre la materia. Los favorecidos eran, invariablemente, los aliados del poder: familias poderosas de las viejas oligarquías regionales, grupos empresariales asociados a corporaciones transnacionales, políticos del partido oficial, etc., etc. El periodista Daniel Herz describe con rara lucidez la esencia de la trata: «Así funciona la manipulación privada: unos solicitan concesiones para no poner la emisora en el aire, sólo quieren eliminar la competencia; otros son los testaferros; otros reivindican concesiones apenas para venderlas, mientras que el Ministerio a todo acepta»...17

La dictadura perfeccionaba una perversa tradición de nuestra historia republicana: «¡a los amigos, todo; a los enemigos, la ley! Que lo diga la Red Globo: aunque la CPI hubiese denunciado su inequívoco compromiso con el grupo TIME-LIFE y el parecer del CONTEL (Consejo Nacional de Telecomunicaciones) recomendara la suspensión de los derechos concedidos a la emisora, las amistades de Roberto Marinho y sus socios transnacionales arreglaron las cosas...

¡Mira qué clase de compañeros, compadre! Los personajes directamente involucrados en el escándalo del contrato Globo/TIME-LIFE y su posterior «legalización» eran todos VIP (very important people, ¿verdad?): el Mariscal Castelo Branco, primer dictador del régimen militar (1964-1967), y sus ministros Octavio Bulhoes (Finanzas) y Roberto Campos (Planificación), exembajador en Washington; el Mariscal Costa e Silva, segundo dictador (1967-1969); el General Ernesto Geisel, futuro dictador (1974-1979), y su ministro Euclides Quandt de Oliveira (Comunicaciones); el General Joao Figueiredo, jefe del SIN (Servicio Nacional de Información...) y futuro dictador (1979-1985); el General Golbery do Couto e Silva, mayor estratega del sistema dominante, y... Antonio Carlos Magalhaes, el afamado ACM, varias veces Ministro de las Telecomunicaciones (incluso durante los gobiernos de José Sarney y Fernando Collor de Melo) y actual presidente del Senado, la más perfecta expresión de los vetustos «coroneles» que comandan la política brasileña hace unos cuantos siglos.

¿Qué te parece, atento lector? Uno puede quedarse pasmado, pero esto no es novedoso para una gente que, ya en 1959, gracias a la amistosa interferencia del presidente Juscelino Kubitschek, negociaba con el Banco del Brasil (BB) la importación de equipos de radio con tasas de cambio muy generosas (USD1,00=Cr$ 51,32), mientras que las demás emisoras pagaban ¡USD 1,00=Cr$ 100,00!18 ¿Quieres saber lo que pasó con la CPI? Nada, compadre, nada. Todo acabó en «pizza», como lo dice el pueblo de mi país.

El informe del diputado Djalma Marinho, que condenaba el acuerdo firmado entre el grupo extranjero y la empresa «nacional» (además de proponer las sanciones legales aplicables a la emisora), fue aprobado unánimemente por la Comisión el 22 de agosto de 1966, pero jamás ha constado del proceso examinado por el CONTEL.

La Comisión Especial del Ministerio de Justicia, a su vez, dijo que no había sido identificada «ninguna intervención de los extranjeros», mientras el parecer del Consultor-General de la República, Sr. Adroaldo Mesquita, fue todavía más incisivo: todo era legal, «no había ningún control ajeno de capital». 19 Al fin, le tocaría al Mariscal Costa e Silva legalizar definitivamente la corporación el 23 de septiembre de 1968, ratificando el instructivo documento elaborado un año antes por la Consultoría General. ¿Cómo enfrentarse a tantos dólares e... influencias?

 

IV. LA NUEVA GUERRA DEL AIRE: GLOBO Vs. TELEVISA

Nacía la «nueva televisión brasileña». Bautizada por la dictadura y con muchos padrinos importantes, Globo se consolidó paulatinamente. Merced a los USD 6 millones de TIME-LIFE, revolucionó los patrones de organización de la radiodifusión en Brasil. De pronto, la emisora de Roberto Marinho contrató los mejores profesionales de las rivales paulistas y cariocas. ¡La farándula electrónica estaba en candela! En el día 18 de diciembre de 1965, el presidente de la TV Río, canal 13 (Río de Janeiro), buscaba al presidente de la Asociación Brasileña de Emisoras de Radio y Televisión (ABERT), Sr. Joao Calmon, y le solicitaba providencias urgentes en contra Globo, que estaba diezmando su «material humano, artístico y administrativo»: Marinho había acabado de contratar a Walter Clark, director de TV Río, regalándole un sueldo de 13 millones de cruzeiros (moneda nacional) mensuales —y no se arrepentiría de la decisión, pues Clark, asociado a «Joe» Wallach, sería figura decisiva en la historia de ascensión y gloria de la Venus platinada. 20

Si uno tiene talento y... plata, ¡ya tú sabes! El futuro imperio edificó estudios, desarrolló una avanzada tecnología de transmisión en microondas para operación en red nacional e impuso sus condiciones al mercado publicitario brasileño. Además, recibía regalos carísimos de los amigos yanquis: visitas de ingenieros y técnicos especializados, equipos sofisticados y, como brindis especial, un paquete de tres películas diarias para su programación, cuyo costo mínimo del mercado sería, al año, USD 2 millones, cifra absolutamente aplastante para cualquier otra emisora. Conquistado el mercado interno, se trataba entonces de buscar tierras extranjeras... En 1980, sólo 15 años después de su polémica aparición, los programas de Globo eran exportados para 52 emisoras de 24 países; series como El rancho del pájaro carpintero amarillo (una granja donde vivían una espiga de maíz y una muñeca de paño muy inteligentes, con dos niños, su abuela y una vieja cocinera negra), destinadas al público infantil, fueron exhibidas en más de 50 países.21 ¡Tremenda expresividad!, diría El Tosco, con su ritmo genuinamente cubano, salpicado de sal callejera y sutil picardía criolla. Pero yo, impactado por los millones y sin un kilo en el bolsillo, sólo puedo invitarte toscamente a ver como sigue este cuento.

La penetración de la Red Globo de Televisión en el mercado internacional empezó a lograr éxito en 1977, cuando la telenovela O Bem Amado (sin duda, una obra genial de Dias Gomes, magnífico autor de Roque Santeiro —trágicamente fallecido en 1999—) fue exportada para Portugal y algunos países de América Latina. La antigua metrópoli europea era la puerta natural de entrada en el Viejo Mundo de la naciente producción de su excolonia: no obstante la resistencia de muchos intelectuales y académicos, el extraño portugués brasileño —con su acento peculiarísimo, muy vocalizado y lleno de musicalidad— terminó por impactar profundamente a el público lusitano. En aquel entonces, el ingreso anual de exportación fue de USD 300 mil. Diez años después, según datos de la propia emisora, Globo producía el 20% de los programas televisivos de Portugal y de diversos países latinoamericanos (lo que obviamente demandaba algunos costos adicionales por el doblaje). 22

Mientras tanto, se abría también el mercado africano, gracias a la espléndida recepción de los productos brasileños en Angola, otra nación de lengua portuguesa, cuyo pueblo —recién liberado del régimen colonial— siempre mantuvo fuertes vínculos culturales con Brasil. Se iniciaba, por fin, la invasión sobre Europa, con la adquisición en 1985 de la TV Monte Carlo, en Italia, vendida por la RAI (red estatal italiana) a la corporación sudamericana. Globo intentaba enfrentarse, a mediano plazo, con el poderoso gigante de la telecomunicación peninsular, el Sr. Silvio Berlusconi, ocupando un área que iba desde los límites de los Alpes hasta la Sicilia, pero la competencia con los italianos fue dura y frenó los sueños megalómanos del grupo, que planificaba alzarse a los peldaños más elevados de la verbena europea, al lado de RTL- Luxemburgo y otras cadenas privadas. Como nos reporta el periódico alemán Der Spiegel , Berlusconi era amigo personal del premier socialista Bettino Craxi, y sus abogados se encargaron de presentar unas cuantas demandas contra la emisora de Roberto Marinho, a través de la cual el 21,8% de los telespectadores de la Península había acompañado la Copa del Mundo de Fútbol en 1986. 23

Sin embargo, sería Latinoamérica el escenario de la mayor victoria de Globo en la nueva guerra electrónica, con capítulos todavía más bizarros que la pugna histórica entre Goar Mestre y Amado Trinidad, es decir, CMQ vs RHC, la «guerra del aire» que movilizó Cuba en los años 40. Para ganar la competencia en nuestro continente, la compañía brasileña empleó artificios típicos de una banda mafiosa. Marina Feital, que en 1985 era Gerente de Administración y Ventas de la División Internacional de la red, confiesa en una entrevista a la revista Status que Globo utilizó la «estrategia de la droga» para aplastar la rival mexicana Televisa, que producía 26 h diarias de programas en español —pero «de nivel menos elaborado que los nuestros», señalaba orgullosamente la directora. Es decir: en primer lugar, uno prácticamente regala su mercancía al cliente; después, espera el éxito y la vende por un precio mejor, «como si fuera cocaína»... Así, a pesar del costo del doblaje, Globo negociaba sus programas —sobre todo las telenovelas— por valores en un 50% más baratos que los de Televisa. «Igual a lo que la gente lee en los periódicos sobre cómo operan los traficantes de drogas», concluye muy didácticamente la Señora.24 ¡Tremenda pedagogía de masas! Hacía falta preguntarle: ¡Ven acá, Sra Marina!... ¿Qué clase de droga vende usted?

 

V. EL REY DEL GANADO: ¿VIRTUAL O DE ESTE MUNDO?

En el artículo anterior escrito para este belicoso reptil hidrosaurio (Ficción y Realidad: ¿Adónde va la telenovela brasileña?, El Caimán Barbudo # 294), yo intenté advertir nuestros lectores-televidentes acerca de la extensión del tal proceso. El hecho indiscutible de que bajo la post- moderna sociedad del espectáculo lo que había de vitalidad artística se ha vuelto una mercadería electrónica afecta en especial al género ficcional. Una telenovela exitosa aporta hoy un promedio de USD 30 millones a la corporación ubicada en Río de Janeiro, la «Ciudad Maravillosa» de Brasil. La mímesis aristotélica es la mayor víctima de esta colosal mercantilización: la dependencia que una narrativa logra establecer entre la realidad objetiva y la ficción experimentó una extraña metamorfosis. El afamado realismo que todos reivindican (hace pocos meses, Televisa anunciaba soberbiamente en una revista mexicana que ahora sus telenovelas están cada vez más cerca de lo «real»...), se convirtió en una suerte de «realismo estadístico», según lo expresó un crítico de la prensa de Sao Paulo (¿existiría quizá algún rasgo de provincialismo en esta apreciación sobre la estética de la emisora carioca?).25 Lo que define el destino de los personajes, lo que promueve cambios decisivos en la trama son las encuestas de audiencia, el famoso «IBOPE» brasileño: si un tipo le gusta a la gente, vive 180 capítulos; pero si la cosa no camina, se muere en 10 días.

Hay realismos y realismos —así como hay folletines y folletines—. En la literatura europea del siglo XIX, la novela de Flaubert, Proust y Dostoievski aspiraba a desvelar conflictos de una sociedad aparentemente homogénea y organizada, señalando incluso la grave tensión entre humanismo y alienación.

En el folletín cibernético de la era «postmoderna», la necesidad mercadológica de agradar a las más distintas clases y sectores sociales (¡sin olvidar los ingresos publicitarios!) determina una serie de injertos en la estructura melodramática del relato, además de una profusión de personajes e insólitos núcleos dramáticos a lo largo de la narrativa. El conflicto, como lo pueden certificar los telespectadores de El rey del ganado, cede paso a una inevitable conciliación amorosa; la posibilidad de ruptura, representada por la intervención de los «sin tierra» en la escena (melo)-dramática, retrocede ante la nobleza, el coraje y la generosidad del ganadero.

¡Qué clase de caballero, señores! «Pueden invadir las tierras, ¡pero que no sean las mías!» ¡No te pongas bravo conmigo!, compañero(a) cubano(a)... Después de una hora de espera para coger la maledetta guagua 27 y más cuarenta minutos para llegar a Nuevo Vedado, a mí también me gusta charlar con los amigos frente al televisor, atrapado por los reyes virtuales. ¡Pero mira como la cosa funciona, muchacho(a)! Hay dinero y talento, ¿verdad? En Café con aroma de mujer, casi todas las escenas transcurrían en estudios, con planos muy cerrados —un formato característico de la TV, especialmente si uno no tiene mucha plata y tecnología—. Ahora acuérdate de El rey del ganado: la gente se queda fascinada con las tomas aéreas y los magníficos planos abiertos; hay grúas y helicópteros para captar la naturaleza salvaje del Araguaia y la urbanidad caótica de Sao Paulo. Además, la dirección de fotografía es muy buena, sabe explotar los múltiples recursos disponibles.

Sin embargo, aparte el ingenio y el vigoroso estipendio, hay también muchos intereses involucrados. Y la obra escrita por Benedito Ruy Barbosa lo evidencia íntegramente. Bajo los colores de la indumentaria romántica, todo es suave (incluso la opresión y la miseria) y todo se arregla, es decir, todo se manipula, desde los intereses conflictivos de políticos y terratenientes, hasta las justas exigencias de los líderes campesinos. Eso lo subraya constantemente el ganadero mismo, figura emblemática de nuestra modernización sin ruptura, un auténtico pater familiae agrario, a quien le gusta oír la música romántica del dúo guajiro Pirilampo y Saracura (o viceversa...) —sin despreciar, empero, el mundo financiero y cibernético de la postmodernidad y sus iconos tecnológicos, como la veloz avioneta.

El tipo es guapo, elegantón, pero con tu permiso, mi valeroso lector cubano, irrumpir en una habitación para coger la mujer en adulterio, acompañado de fotógrafo y dos policías, eso está fuerte, ¿no? Fíjate que el tipo es un hombre «civilizado»: él tenía el «derecho» de matar al amante descarado, ¡lo garantiza el comisario!, pero no intenta hacerlo... Oye, mi noble comisario, las decenas de miles de mujeres brasileñas baleadas, cortadas, golpeadas, quemadas y violadas por sus «compañeros» te agradecen la generosidad.

¡Ah! Se me había olvidado Luana, la ex sin tierra y actual reina del ganado. Por una guajira como esa yo me iba a Camagüey a sembrar caña, pero ahora no voy más. ¡Oye, chica, tu estás muy tonta! Qué boba eres, alisando el mármol del baño de tu nuevo castillo... Los sem terra que yo conozco fundan escuelas en sus asentamientos, marchan hacia Brasilia para enfrentarse al proyecto neoliberal que aceleró la concentración de tierras en el solar nacional y saben elegir sus dirigentes. Son tan organizados y determinados, que se han convertido en enemigos no.1 de la burguesía brasileña: por eso, 28 campesinos fueron arrestados y torturados por la policía en la provincia de Paraná, hace unos pocos meses.

La cosa funciona así... Al fin y al cabo, el último cuartel del siglo testifica la eclosión aplastante de nuestra esquizofrénica sociedad del espectáculo, donde los sucesos experimentados directamente por la gente conviértense en representación. Nada escapó a la vorágine de los mass media. A lo largo de las últimas décadas, una manifestación legítimamente popular como el desfile de las escuelas de samba del carnaval carioca se ha vuelto una mercancía visual patrocinada por un singular contrato comercial firmado entre las emisoras de televisión, el gobierno provincial y la mafia de la lotería clandestina (el jogo do bicho, en Río de Janeiro), cuyos «banqueros» son padrinos y dirigentes de las escuelas. En 1983, se inaugura en el centro de Río una Avenida de Desfiles (el «Sambódromo») para un público de 70 mil personas; la samba, ahora, tiene el mismo status del fútbol. La cultura popular, desde un plástico juego corporal con que los niños se divierten en la calle (soñando o no con las glorias de Pelé, Romário y Ronaldinho) hasta siglos de ritos, cantos y danzas condensados por tres continentes en una fiesta mágica, debe transmutarse en vedette de la sociedad espectacular: bajo el esplendor de los reflectores, su misión estará cumplida cuando nadie pueda acordarse de sus propias raíces.

Es verdad que el pueblo, con creces, logra contrarrestar el olvido de la historia con eventos extraordinarios. En 1988, aunque no tuviera ningún «padrino» mafioso, el Gremio Carnavalesco Unidos de Vila Isabel (afamado barrio bohemio de mi ciudad) ganó el concurso de las escuelas de samba rindiendo un homenaje al centenario de la abolición de la esclavitud. Martinho da Vila el famoso cantautor de la samba, invitó grupos culturales de Angola y Mozambique, celebrando con el desfile una dionisiaca fiesta de identidad afrobrasileña. ¿Cómo lograron ellos superar el lujo y la riqueza de las grandes escuelas? Bueno, «en Latinoamérica, o inventamos o fracasamos», profetizó el maestro Simón Rodríguez... Frente a las cámaras de televisión, las fantasías y carrozas adornadas de rafias y otras fibras vegetales cobraron un efecto originalísimo y ultraimpactante. Un reino virtual, pero... de este mundo. Además, era un desfile de negros, contando a toda la gente su historia de opresión secular y eterna búsqueda de libertad. ¡Aché!, hermanos. ¡Aché!

 

VI. TODO LO SÓLIDO SE DESVANECE EN EL AIRE

Último capítulo. ¿Adónde va la televisión brasileña? Bueno, la década del 90 contempla cambios profundos en nuestra pantalla mágica. En completa sintonía con el proceso de privatización del sistema nacional de telecomunicaciones, se implanta en Brasil el modelo estadounidense de TV por cable y satélite, bajo suscripción mensual de USD 40. El monopolio de los medios se intensifica todavía más en este sector: sólo tres grupos dominan el nuevo mercado, exclusivamente destinado a las clases A y B (alta y media burguesía).

Gracias —una vez más— a las amistades (incluso la solidaria colaboración del coronel ACM, exministro de Comunicaciones), la Red Globo garantiza riquísimos bocaditos del pastel y sigue lideriando el negocio con dos «nuevas» empresas —GLOBOSAT (satélite) y NET (cable)— de larga difusión en las zonas más prósperas del país, en particular el eje Río-Sao Paulo. Sin embargo, hay graves riesgos para antenas y cables: la crisis cambiaria y financiera del gobierno FHC amenaza la expansión del «servicio», cuyas inversiones demandan muchos dólares. Suben los precios (en moneda nacional) de la suscripción, asustando al chismoso consumidor encantado con los 50 canales domésticos e internacionales del magazine electrónico:CNN,ESPN,RAI, CARTOON, etc., etc.

La crisis más seria, empero, se establece en el ámbito ético. Luego de la migración de las clases A y B para el novedoso producto, las grandes redes de transmisión abierta (sobre todo Globo y SBT) advirtieron otra mudanza muy significativa de público: merced a la artificial estabilidad de la moneda durante el primer gobierno FHC (1994-1998), fueron vendidos 20 millones de televisores en apenas cuatro años, un portentoso alud de equipos electrónicos, lo que corresponde a la mitad de los 38 millones de hogares brasileños que tienen televisión. Tras este suceso, hay un cambio mucho más profundo: hace una o dos décadas, el público hegemónico pertenecía a las clases B y C (media y pequeña burguesía) y compartía su reino virtual en familia, en tanto que hoy el televidente integra las clases C y D (pequeña burguesía y pobres) y disfruta prácticamente solo la programación.26

Los resultados fueron inmediatos: persiguiendo una audiencia de escasa instrucción o semianalfabeta, más vulnerable a los chismes y groserías, la diminuta pantalla multiplicó las escenas de escatología y violencia (física y sicológica), como anormalidades congénitas, trampas degradantes, broncas (reales o simuladas) en vivo entre parejas o vecinos, etc. La situación es insostenible. En julio de 1999, el Secretario Nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia, Sr. José Gregori, convocó los directores de las emisoras y exigió que estás le presentaran un Código de Ética propio: el gobierno no desea restaurar la censura, mas reconoce que la «barbarie» sobrepasó los límites.

La polémica se agudizó después que el ultrachismoso Programa do Ratinho (SBT), reprodujo una materia con una mujer tailandesa que fumaba por la vagina y por el ano, lo que ilustraría una técnica representativa de aquella cultura asiática: en Tailandia, las hembras desarrollan la musculatura de todo el cuerpo –incluso las genitales–, con fines terapéuticos y para disfrutar mayor placer sexual. La técnica se llama pompear y existe hace cerca de cuatro mil años. Para ellos, es un fenómeno cultural, pero frente a las cámaras de SBT sólo se veía un show: las escenas fueron filmadas en una ¡discoteca tailandesa! El blanco, por supuesto, era la audiencia: el programa logró 28 puntos de IBOPE (¡2 240 mil telespectadores sólo en la ciudad de Sao Paulo!). Para su productor, no hay motivo para escándalo: «las escenas fueron más cómicas que pornográficas», lo afirmó Carlos Massa, el Ratoncito. El Secretario José Gregori no está de acuerdo: «Cualquier manual de calidad no podría admitir escenas como esas», reaccionó él. 28

¡Ó tempore, ó more! Un sencillo recorrido por los símbolos sexuales de nuestra espectacular sociedad patriarcal a fines del siglo XX enseña más que este artículo. Lo hizo Elio Gaspari, un agudo periodista de mi país: en 1984, luego de la derrota del pueblo en la campaña por las elecciones directas y la ambigua situación política de Brasil, el sueño de los varones era Roberta Close—¡un travesti! En 1994,bajo el Plan Real de FHC,crecía el consumo:Carla Pérez, la exbailarina del grupo «E' o Tchan», encantaba a la gente con sus nalgas abundantes... En 1999, se acabó la ilusión: nuestro símbolo sexual ahora es Tiazinha, personaje sadomasoquista de la TV Bandeirantes, cuyo látigo tal vez sea el fetiche mayor de tantas frustraciones. 29

¡No te preocupes, compadre! El advenimiento de un nuevo milenio también sirve para quitar fustas y caretas. Los reinos de este mundo plantean a sus súbditos que el tiempo —y su poder— es una realidad irreversible. Movido como el ritmo de la producción que lo engendra, el tiempo mercadería reanuda la dominación social y oculta la verdad, como el delincuente de Brecht, simulando que el tiempo es todo, el hombre no es nada —a lo más, nosotros somos la armadura del tiempo, lo dijo mi maestro Carlos Marx. Afortunadamente, un libro bastante célebre de Marshall Berman me acuerda que el duro Marx, a la vez, nunca se olvidaba de sembrar la esperanza. Todo lo sólido se desvanece en el aire, ¿no es verdad?

A ver si en el XXI una verdadera revolución social logra esfumar la esquizofrénica sociedad del espectáculo en el hermoso cielo infinitamente azul de mi patria, adonde vuelan los niños ametrallados por la policía y los traficantes, adonde bailan los papalotes empinados por otros niños que misteriosamente sostienen el hilo mágico de la vida, y el sabiá que hace ciento cincuenta años encantó un poeta. A ver si, disuelto el reino virtual, consolidamos una comunidad y una comunicación más ética, más igualitaria y más humana. ¡Cómo quisiera yo besarte los ojos, patria mía, y acariciarte el pelo —patria mía, tan pobrecita ('¡aché, Vinicius de Moraes!). ¡Feliz tercer milenio, mis amigos cubanos!

Luis Ricardo Leitao. Publicado en "El Caimán barbudo" - Cuba


Notas:

1.—Carpentier, Alejo. «Los enemigos de la Televisión». En Caretas # 585, Lima, 28 de enero de 1980.

2.—Carpentier, Alejo. Artículo citado.

3.—Debord, Guy. La societé du espectacle. París, Gallimard, 1922.

4.—Debord, Guy. Obra citada

5.—Jameson, Fredric. «Postmodernism, or the Cultural Logic of Late Capitalism». En New Left Review, # 146, julio-agosto de 1984.

6.—Feuerbach, Eric. Prefacio a la segunda edición de La esencia del cristianismo.

7.—Carpentier, Alejo. Prólogo a El reino de este mundo. La Habana, Letras Cubanas, 1989.

8.—Huyssen, Andreas. «Mapping the post modern». En New German Critique, # 33, Univesity of Wisconsin Press, 1984.

9.—Ver, respectivamente: Lyotard, Jean- Francois. La condition postmoderne. París, Minuit, 1979; y Dieterich, Heinz. «Alternativas para la crisis capitalista global». En Castro Jr, Evaristo; Guerreiro, C.F. Manes &... Leitao. L.R. O Novo Projeto Histórico das Maiorias: uma alternativa á crise capitalista mundial. Río de Janeiro, Oficina do Autor, 1999.

10.—Bizinover, Ana Lúcia. «Globo for export». En Status, Sao Paulo, enero de 1985.

11.—Herz, Daniel. A história secreta da Rede Globo. Porto Alegre, Tchê!, 1987.

12.—Datos suministrados por la Secretaría de Prensa y Divulgación de la Presidencia de la República. En Mercado Brasileiro de Comunicagao. Brasília, 1991

13.—Según las cifras divulgadas por un informe publicitario de la Red Globo, en el primer semestre de 1983, reproducidos por Herz, obra citada.

14.—Stédile, Joao Pedro. «O Novo Proyecto Histórico das Maiorias: quadro actual e perspectivas». En Castro Jr, Evaristo; Guerreiro, C.F. Manes & Leitao, L.R. (organizadores). Obra citada.

15.—Calmon, Joao. O livro negro da invasao branca. Río de Janeiro, O Cruzeiro, 1966.

16.—Ver el artículo «Figueiredo fez 634 concessoes de rádio e TV». En Folha de Sao Paulo, 14 de marzo de 1985

.17.—Herz, Daniel. Obra citada.

18.—Calmon, Joao. Obra citada.

19.—La Comisión Especial era presidida por el Procurador Gildo Corrêa Ferraz, que se manifestó en contra la validad del contrato, pero los dos otros miembros — teniente-coronel Rubens Brum Negreiros (Consejo de Seguridad Nacional) y Celso Luiz Silva (Banco Central) votaron en favor de Globo. El parecer R. 1369-67— # 585-H, de 20 de octubre de 1967, firmado por el Consultor-General Adroaldo Mesquita da Costa, está reproducido en Herz, obra citada.

20.—CÁMARA DE LOS DIPUTADOS. Proyecto de Resolución # 190, de 1966: Aprueba las conclusiones de la Comisión Parlamentaria de Inquisición para averiguar los hechos relacionados con la organización Radio y TV y periódico O Globo y las empresas extranjeras dirigentes de las revistas Time Life (de la CPI creada por la Resolución # 185, de 1966). Diário do Congresso Nacional. Brasilia, 7 de junio de 1967. Ver, especialmente, el testimonio de Joao Calmon.

21.—«Os 15 anos da Globo». En Propaganda, # 285, Sao Paulo, abril de 1980.

22.—Bizinover, Ana Lúcia. Artículo citado.

23.—«Schucken, was man Schulucken kann». En Der Spiegel, # 38, Mamburg, 15 de septiembre de 1986.

24.—Bizinover, artículo citado.

25.—Barros e Silva, Fernando de. «Suave Miséria». En Folha de Sao Paulo, 24 de enero de 1999, Suplemento «TVFOLHA».

26.—Datos suministrados por Daniel Barbará, de la agencia de publicidad brasileña DPZ, al periodista Paulo Vasconcellos. Ver el artículo «Novo ultimato a emissoras», en Jornal do Brasil, Caderno B, Río de Janeiro, 2 de julio de 1999.

27.—Vasconcellos, Paulo. Artículo citado.

28.—Gaspari, Elio. «Tiazinha, o símbolo da fase bate-que-eu-gosto». En Folha de Sao Paulo, 14 de febrero de 1999.

 

Fonte: la haine